viernes, 29 de abril de 2011

LEGADO HISTÓRICO SIN PALABRAS


La mañana apenas comenzaba a calentar, buscando nuestro destino, Ticuantepe, “Cerro de las Tierras”, llamado así por los indígenas, nos dirigíamos a la Borgoña, un pueblito que se encuentra a la altura del Kilómetro 20 de la carretera La Concha, exactamente en la parada del aguacate, muy cerca de los cementerios indígenas, al pie del cerro llamado también, Ticuantepe, cerro que es parte de los filones del Crucero.
Sin la menor idea de cómo se ven los petroglifos en la vida real, partimos hacia lo desconocido.  Las fotos que habíamos podido ver, en libros y en algunas páginas de internet, las impresiones que los demás nos habían contado,   jamás nos pudo impactar, como  el hecho,  de pisar una tierra ya pisada, donde el hombre en su manifestación profunda, de expresar lo que sentía, con  piedras, instrumentos rudimentarios creados con sus manos, sin querer nos dejo, su historia, grabada en la tierra misma.
¿A dónde vamos? ¿Y de dónde venimos? Como el canto sagrado de los seres humanos, expresado en mil lenguajes, fue nuestro interrogante, ¿dónde encontrar un lugar?, que sin llegar a la isla de Ometepe, o la isla Zapatera, pudiéramos asombrarnos de ver la huella del hombre, marcada en el tiempo y así, persuadidos por los que más han visto, nos  surgió, la  emoción, de visitar   Tehuantepec, la Borgoña,  una comunidad relativamente cerca a nuestro punto de partida, Granada, y a solo  17 kilómetros de Managua.
La verdad es que salimos muy contentas,  15 minutos para las 7:00 am, el jueves 14 de abril, del 2011, sin saber exactamente  para donde íbamos. En nuestras cuentas, creíamos que la Borgoña estaba ubicada en Tipitapa,  Esperanza,  le explico al cobrador del bus y este amablemente y en gritos, nos anuncio como unos 45 minutos después, que era tiempo de bajar, habíamos llegado al cruce, llamado rotonda de Ticuantepe.
Finalmente,  nos ubicamos,  y al unísono, exclamamos:   “La misma ruta para visitar la Reserva del Chocoyero”,  lugar encantador también, porque,  ahí los jóvenes guías de los senderos cuentan unas historias increíbles de los indígenas, de las tradiciones y costumbres, de cada uno de sus árboles, incluso unas leyendas interesantísimas, casi asombrosas.  Sin embargo, en ese momento, no nos podíamos imaginar que una hora más tarde la señora María Pastora Gonzales, nos contaría otros más espeluznantes, que nos dio mucho miedo, de solo  oírlos. Y dimos gracias porque era de  día, porque ahí de noche, con esos cuentos, hasta el más valiente se acobarda y  se desvela; esperando el fuego prendido y los remolinos de ceniza por los aires, que la señora María,  recién llegada, hace ya muchísimos años,  vio prendida muchas veces, en la parte más baja de la propiedad que ella y su esposo compraron para crear a sus hijos.
Ya, en el desvió, muy cerca de un Pali, como a las 8 de la mañana y un piquito,  caminado hacia el oeste, encontramos una moto de esas peligrosas para transportarse, pero cómodas de precio y relativamente rápidas, que por diez córdobas, ronroneo un poco extraño, pero arranco a buen ritmo y sin muchas direcciones, porque la verdad, todavía, no sabíamos para donde íbamos. Empezamos,   a sentir que el pelo nos volaba, los lentes de sol, eran útiles y que no nos podíamos soltar del tubo, porque nos podíamos salir por la puerta que no existía.
Por esas casualidades de la vida, exactamente donde nos dejaron, preguntando a unas mujeres que tenían,  sus comales calientes, listos para poner las tortillas y algunos clientes esperando, nos dijeron que ahí, en esa entrada dobláramos a la izquierda,…..increíble, estábamos en el frente.
Cruzamos la calle, y muy pronto un puente;  miramos el reloj, eran las 9:o9, el alfa y el omega, el principio y el fin,  el numero 9.  Unos pasos más, y de una casita, salió un chiquillo, gritando aquí es, aquí es, eso era demasiado, como se comunica esta gente de rápido. Efectivamente, habíamos llegado. 
María Pastora González, la abuelita, nos recibió muy contenta, ella sabe que su suerte, es tener una propiedad, única en su género y gustosamente nos contó que la nueva disposición, es que hay que pagar para entrar, porque se lo aconsejó la encargada de la Alcaldía para que un día ese lugar, seriamente, llegue a ser un patrimonio  protegido. Desde ese momento tristemente, nos dimos cuenta, que a pesar del valor histórico que tiene ese lugar, nadie aún ha logrado conservarlo como se debe, y solo cuentos es lo que oye.
Inmediatamente,  nos señalo el lugar por donde bajar, para llegar hasta donde están los petroglifos. Eso era  un verdadero precipicio,  de esos que si pones, en un mal lugar el pie, no tardas más que unos cuantos segundos para llegar  abajo.  La verdad es,  que en cuanto nos señalaron el camino, pensamos  que era una broma, porque tuvimos que tomar la decisión de bajar con el sentadero, no muy cómodo, pero si más seguro, porque las cepas del chagüite, con la erosión que existe en ese lugar estaban en el suelo, así que las opciones de agarrarse de algo eran prácticamente nulas. Hasta sostener la cámara de fotos fue un dilema, así que tomamos unas cuantas fotos antes de bajar, guardamos la cámara y bajamos como pudimos. 

El sobrinito de la señora María, Darwin, el chiquillo que nos anuncio, se nos adelanto muy contento porque había a quien contarle y enseñarle los petroglifos.
Abajo estaba ya,  como posando, arrecostado al paredón, Jackson Mercado un joven como de unos veintitantos años, con unos rasgos increíblemente indígenas, su nariz, muy típica de nuestros antepasados, de piel morena y un poco mas tímido que Darwin que en cuanto terminamos la osadía de bajar y estar muy atento donde poner los pies, porque lo que sigue es el vacio, me comenzó a describir una culebra que en realidad no podía terminar de ver tan bien, como lo decía Darwin. Claro que el tenia toda la razón del mundo, luego pudimos ver un libro, facilitado por  la Alcaldía, que María muy amablemente nos mando a buscar, de este lugar, donde la foto principal es precisamente esa culebra con la cola larga, Darwin tenía toda la razón.
Darwin, también nos hablo de un dragón, pero ese sí que no lo logramos ver por más esfuerzos que hicimos. Los niños tienen tanta imaginación, pero Darwin todos los días, además de sus fantasías,  escucha los diferentes cuentos que su abuelita, estudiantes, paleontólogos, arqueólogos, antropólogos, turistas y curiosos,  vienen a ver o a  investigar,  esos signos, que dicen mucho de quienes fueron nuestros antepasados.  Darwin definitivamente se sabe todos los cuentos.
Claramente se ve un pájaro, y la figurilla de un hombre,  en ese paredón, donde las aguas que bajan, el sol y el aire, vienen de cierta forma, desapareciéndolos. Pero son más de quinientos años que estos dibujos, esculpidos en piedra están ahí. Tristemente este lugar está muy descuidado, está lleno de basura y de buenas intensiones que empresarios, políticos, amantes de nuestras raíces, de una u otra forma, sueñan con llegar a conservar.  ¿Donde están los que realmente podrían hacer algo?

2 comentarios:

  1. Este blog, es un trabajo realizado por: Alexandra Robleto Hernandez, Esperanza Gutierrez Lanuza y Maria Angel Quiros Rodriguez.
    Muchas gracias a nuestra profesora Dacil Perez, por darnos la oportunidad de ser cada dia mejores, por su esfuerzo de cada dia, en un curso, elemental para nuestras vidas, como futuros profesionales del periodismo y Juan Jose Santos, por brindar su tiempo, dandonos una conferencia de como realizar, un reportaje.

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  2. Bibliografía:

    ESTAS PIEDRAS HABLAN. Estudio preliminar del Arte Rupestre en Nicaragua. Hildeberto Maria (Author), Ricardo Paiz Castillo .www.amazon.com/PIEDRAS-HABLAN.com
    Visita realizada a la Borgoña, Ticuantepe, a 17 kilómetros de Managua.
    Entrevista a la señora María Pastora Gonzales, dueña de la propiedad, donde se encuentran los petroglifos.

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